jueves, 28 de febrero de 2013

Pelo Público: aproximaciones a una bio-iconografía de la cabellera

Creo que B se enamoró de mis ganas de ser rubia. Cuando nos conocimos era morena y con el tiempo me he hecho pelirroja. Pero B se enamoró de mis ganas de ser rubia y de tener los paletos ligeramente separados. No soy rubia y tengo una mordedura lateral que además va unida a tensión en la mandíbula y bloqueo de la misma, sobretodo si succiono demasiado o mastico chicle o me muerdo las uñas. Las tres cosas me gustan especialmente.

No soy Vanessa Paradis pero B tampoco se parece a Lenny Kravitz. Quizás, si algo a Johnny Deep pero porque Johnny Deep está a caballo entre bollera y marica. Tiene ese tipo de personalidad de limite, o vende esa personalidad limite que encaja para ser cualquiera de las dos cosas.
Hace poco fue San Valentínn y el Papa dijo que se jubilaba. En realidad las dos cosas no cambiaron casi  nada de mi rutina diaria. Y, de cambiarla, San Valentín lo hizo algo más que el Papa. 
B, que no se parece a Lenny Kravitz, hizo sushi y yo decidí beber un rioja de reserva que me regaló mi madre y que hizo que acabara dormida en el sofá como una osa que hiberna. Eso es lo que hizo San Valentín. Eso y una funda para la tablet.
El caso es que yo no soy Vanessa Paradis y B no es Lenny Kravitz, pero B se enamoró de que quisiera ser Paradis y yo me enamoré de que no quisiera ser Kravitz.

Ahora B pasa de las rubias y yo sigo pasando de Kravitz, y de querer ser rubia, pero duró lo suficiente como para que sea señalable en mi vida y dé nombre a esto que se va haciendo.
¿Por qué elegí ser rubia y no pelirroja o castaña? Pues no lo tengo muy claro. En realidad mis referencias eran morenas mayoritariamente, que se relaciona con la construcción de los conceptos de  una belleza o bien racial o bien natural-real, sin tener muy claro si estás dos bellezas, la racial y la natural-real, se unen intrínsecamente, entendiendo lo racial como algo anteriormente a lo occidental, algo anterior al desarrollo y relacionando, por tanto, racial con primitivo o pre-revolución industrial y no occidental.
Si me pongo a pensar y lo analizo con la perspectiva del polvo que genera el tiempo, ser rubia es encajar en unos conceptos de feminidad. Leyendo, he descubierto que la fascinación por la melenas rubias también era señalable en las mujeres venecianas del S.XVI, donde la mayoría de las mujeres -me imagino, que de clase acomodada, esto último es lo que nunca se menciona en algunos ensayos feministas o históricos, la historia se cuenta desde los que detentan el poder; al igual que tampoco se menciona la realidad lésbica de muchas de las teóricas feministas, invisibilizándolas- y según cuenta Cesare Vecellio y recoge Bornay, se teñían el pelo de rubio y dejaban palidecer su rostro para ser una especie de  Dona Áurea, una imitación a la virgen.

Es evidente que, entre la icografía femenina, hablar de cabellos rubios es hablar de belleza, unas veces frágil y otras misteriosa, pero esto llegará con Hollywood y su star system. Además, la creencia de que el rubio suaviza los rasgos está muy extendida, lo que no tengo muy claro es a qué se refieren con suavizar; porque el por qué hay qué suavizarlos, me queda relativamente claro: hay que suavizarlos en relación a que la mujer ha de ser y poseer una belleza tranquila. Y tranquila, es evidente, que es la virgen-venus sobre la que se establece toda una gran iconografía femenina y que, a día de hoy, algunas seguimos padeciendo. Como ejemplo de esta tradición y de todo lo que esta tradición significa, entre ellas la normativización de la estética, es interesante el trabajo de Rubias para el bicentenario de Disidencia sexual, que mantiene con el texto: 
Hacerse rubia no es difícil, lo difícil es dejar de ser negra.
Ahora mi cabello es rojo, como el de la zorra, como el de la mascota que tengo. Supongo que, como algún psicoanalista dirá, será para llamar la atención por falta de falo. Con ello me pronuncio como aquello que es malo o demoníaco. Esta vez, y abusando de mi insano fetichismo y narcisismo, me maquillo de pelirroja para marcar lo que se esconde, lo que no se nombra, lo que molesta.