viernes, 21 de diciembre de 2012

Diario de la pérdida y el deseo; Sobre anuncios

Llegan las Navidades y con ellas una retahíla de anuncios de colonias, chocolates y juguetes para espabilar nuestro deseo y nuestra lascivia hasta el paroxismo y hacernos deseantes de aquello que el plasma nos enseña, convirtiéndonos en seres fetichistas durante unas cuantas semanas, depositando en ese deseo sobre la mercancía, las expectativas de lo que se parecen a los sueños.
Yo, por de pronto, quiero un reno con una nariz roja y que vuele por los aires y eso, hasta ahora, nadie me lo ha ofrecido.

Dejando a un lado especulaciones sobre la demanda, el deseo y la oferta, me han llamado la atención dos anuncios muy distintos (tanto por la "mercancía" de lo que anuncian como por la estética, evidentemente adaptada a esa "mercancía") que a mi se me han antojado parecidos y con el mismo trasfondo, del que estoy entre harta y hastiada.

El primero es el anuncio de Stop a la violencia de género. En este caso pone la cara Imanol Arias que reza con la frase Si la maltratas a ella me maltratas a mí. Claro, el "mí", es el rostro de un hombre varonil, lo que hace que la violencia de género sea doblemente violenta pues sigue confiando en la figura del hombre príncipe que te va a salvar, desposeyendo a la mujer de recursos para empoderarse, frustrándola doblemente al no darle la posibilidad de una respuesta violenta ante la violencia ejercida desde la cuna del género. Es decir, para que una mujer salga de la violencia de género necesita a un hombre concienciado. Sería un digresión muy larga, pero hemos convertido las emociones en mercancías canjeables, en productos que pueden ser vendidos y necesitan de un comprador, y entre la emoción-mercancía y el comprador tiene que haber una identificación que se ha formado con un discurso completamente mainstream.
 El otro es un anuncio que han decidido llamar revolucionario porque utilizan a un Brad Pitt -con barba de tres días y pose de aventurero sensible-  hablando de un perfume que utiliza una "ella", que resulta ser ineludible, como una marca, como una presencia que no desaparece y que permanece en la memoria, en el recuerdo. He de confesar que el texto me gusta, el ritmo, la voz en inglés -que siempre me ha resultado exageradamente sexy-,  pero el conjunto del anuncio no. El anuncio ha decidido que el hombre -eterno presente en la vida de las mujeres- ocupe también su lugar en el espacio del anuncio femenino, siendo el protagonista y relegando a la mujer, objeto del anuncio, a esa marca ineludible que ella tiene que dejar en el hombre. Es decir, la mujer objeto anunciante de fragancias femeninas ha sido sustituida por un hombre activo deseante de la mujer objeto de cualquier anuncio de colonia y que lleva un discurso enterito en masculino con un nosotros continuamos.

Si además el hombre lleva pose de sensible y aventurero mucho mejor, porque así la historia que venden es la del amor frustrado, no conquistado. Es decir, el mito del amor romántico que no come perdices. Un amor muy del gusto de escritores del S.XIX como Baudelaire u obras como una maltratada Madame Bovary o Ana Karenina.

Es cierto que el hombre en los perfumes femeninos siempre suele estar, como nombrado o como innombrado pero latente (la mujer objeto de anuncio de colonia es objeto para alguien, la fragancia la objetualiza para ese alguien y en ese alguien siempre colocamos un ojo-hombre), porque entendemos que los perfumes, en su mayoría sirven para el flirteo amoroso-sexual y este flirteo siempre es heterosexual, excluyendo así a cualquier deseantx que no encaje en deseo heterosexual.  
De hecho el anuncio de Brad Pitt hace referencia o recoge el testigo del anuncio de Keira Knightley   para la misma casa, donde una aventurera motorista se lía con un fotógrafo que parece quedarse prendado y ese fotógrafo, entonces joven, es el madurito interesante Brad en este novedoso anuncio.
Es decir, en los dos anuncios, la mujer pierde espacio para cederlo a los hombres, volviendo así a la imagen de la mujer en el espacio de lo íntimo y de lo no público, porque para lo público ya están los hombres; bien el hombre príncipe salvador o bien el príncipe aventurero que la dejó escapar para que otro la protegiese y quisiera y salvara, porque era una fierecilla al más puro estilo shakespeariano.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Diario de la pérdida y el deseo: Diciembre

Has pasado cuando el coche estaba parado en un semáforo, era un día de esos de niebla densa. Te he reconocido, como si de un ente se tratase, te he reconocido a pesar de no ser  ya la persona que yo conocí. Me he sentido con cierta vergüenza, te traté tan mal. Siempre que me acuerdo de ti paso vergüenza por mi y por lo que te hice. Si dijera que no era mi intención hacerte daño te estaría mintiendo de manera cruel y sin vergüenza. Me gustabas pero no tenia ninguna intención de darte aquello que tú querías. Sólo quería dejarte en ese standby que me hacia sentirme fuerte y extrañamente sexy.
Lo siento, es algo tarde pero en mi defensa -si es que tiene defensa el jugar libremente con alguien, sin firmar un contrato para que me dejases hacerte daño- diré que me gustabas mucho, que me ponías mucho, pero yo andaba trasteando con otrxs y tú eras el segundo plato, el mismo segundo plato del que yo venía.  Me convertí sin esfuerzo en aquello de lo que andaba huyendo, pero de verdad que me gustabas, incluso pensé en liarme  de manera habitual contigo, pensé en que era posible que pudiéramos tener algo juntxs y ser felices con ello.
Recuerdo tu olor a cuero mojado, el olor a tabaco picado, a la colonia de tu hermano, tu pose interesante hacia dentro. Una fortificación imposible de conquistar y yo sólo quería conquistarla con un standby. Lo siento, y sobre todo lo siento por mí. 
No sé por qué extrañas circunstancias el que sufre se convierte en dador de sufrimiento sin quererlo y sin complicación alguna; no sé en qué momento pude parar el rol que empezaba a desempeñar, pero me hacia sentir tan fuerte, me hacia sentir tan sexy, que me costaba dejarlo. No calculé los daños colaterales, lo reconozco, y el campo de batalla fue mi cuerpo, fue tu cuerpo y los bares a altas horas de la noche. Lo siento, no soy un buen soldado y tampoco soy un buen capitán. Lo sé porque te diste cuenta de mi trampa y te diste cuenta de que andada manipulándote para seguir dejándote en ese standby. No se me dio bien el papel de femme fatal y mira que lo intenté con todas mis fuerzas. Intenté apropiarme de lo inapropiado a través de ti, y lo hice tan mal que te diste cuenta y simplemente me convertí en una mamarracha con labios rojos de femme fatal que aún sigo llevando.
Te diré que me he construido después de las estupideces que hice contigo, porque hice unas cuantas, pero sé que si me vuelve a pasar, puede que  vuelva a hacer daño,  puede que vuelva a intentar sentirme fuerte y sexy aunque sea gracias a otrx tú, y yo venga de volver  a ser el segundo plato de otro alguien. Después, eso sí que intentaré hacerlo mejor -en el fondo es de lo que más me arrepiento- pediré disculpas por ser a veces así, por ser  a veces cruel y manipuladora y estaré a la disposición de la persona que las pida, e incluso aceptaré, que no quieran admitir mis disculpas y me volveré a construir con aquello que me avergüenza y con aquello que no me gusta de mi, porque sé que la luna tiene siempre dos caras.



domingo, 9 de diciembre de 2012

Diario de la pérdida y el deseo: de cómo ser


Es curioso lo que debemos a lxs demás de nosotrxs mismxs. Gestos, maneras de hablar, estructuras del pensamiento. No es mi intención diseccionarme para saber qué hay de mí y qué hay de los demás en mí. Me parece relativamente absurdo y sobretodo una especie de Ítaca. Así que con lo propio y lo prestado, unx se vive y hace que lxs demás lx vivan como si de un juego de muñecas rusas se tratara y, como en el juego de los espejos infinitos, el yo que se duplica esperando no tener que repetir la escena de esa mítica película y acabar disparando a los espejos, buscándose.

No creo que sea capaz de explicarlo mejor que Kundera en la Inmortalidad, pero es curioso cómo sin querer, nos apropiamos un poco de lxs otrxs y lxs otrxs se apropian un poco de ti cuando un gesto, cuando una palabra, cuando una estructura mental es recogida por el espejo otrx y el espejo yo y la repite, a veces con variantes, a veces practicamente igual. Como si de Elmyr de Hory se tratase. En estos múltiples espejos que somos nosotrxs en los otrxs y lxs otrxs en nosotrxs, van confluctuando identidades, van estableciéndose dialécticas, se van creando resignificaciones e, incluso, extraños fetichismos con los que a veces no nos gusta nada vivir y con los que otras, en cambio, sin un motivo aparente, como si de alquimistas se tratase, congeniamos. Cuando ocurre esto nos rodamos como cantos en aguas que cambian de fuerza y de turbiedad, sin dar mucha importancia al nosotrxs, al yo, dejándonos llevar por el propio proceso de fluir. Es evidente que esto ocurre pocas veces y que cuando ocurre lo llamamos de múltiples maneras, amistad, amor, compañerismo...
Procedemos de una cultura dicotómica, de una cultura binómica donde hay un yo y tú, donde hay un original y una copia, donde hay una vigilia y un sueño, donde hay una mente y un cuerpo, donde hay un intimo y un público, una derecha y una izquierda, un masculino y un femenino, un hetero y un homo, y nos cuesta congeniarnos como un todo sin que con ello busquemos una especie de unicidad, en relación a entendernos como únicx, porque no se nos puede definir como únicxs, puesto que en nosotrxs llevamos una herencia, una manera que no podemos identificar como propia y, por lo tanto, como única.

Necesitamos de lxs demás en la medida en que lxs demás también necesitan de nosotrxs, vivimos en grupos y buscamos el grupo y, cuando lo hallamos, nos ponemos a crear nuestra identidad individual con pequeños retales de otrxs. Creamos una historia con palabras, vamos eligiendo esas palabras buscando en ellas una especie de efecto óptico que nos devuelva un significado o nos resignifique.  Nos encontramos a veces en los otrxs; las otras personas, los otros libros, las otras películas, los otros cuadros y lxs otrxs a veces se encuentran en nosotrxs. Nos copiamos, nos imitamos y hacemos que el exterior forme parte de lo ulterior de nosotrxs mismxs en un juego a veces cruel, a veces perverso, a veces cómodo como unas zapatillas e incluso a veces anodino y, en esa búsqueda de nosotrxs nos vamos haciendo, porque la propia búsqueda es el encuentro, porque es el camino lo que hace el camino, la construcción de ese camino.
Sabiéndonos deudorxs de lo que lxs demás nos han prestado en ese camino y sabiendo que en ese camino también seremos compartidxs y perdidxs y encontradxs y olvidadxs y recordadxs e incluso en la copia maltratadxs y cuidadxs. Y ahí devenimos en lo que nos empeñamos en llamar ser, en llamar alma, sin encontrar un principio que nos contenga y un final que nos dé aliento y eso es lo realmente maravilloso de ser unx copista copiadx e incluso unx ilusionista.
Así que últimamente, ante tanto cansancio de palabras cajón en las que no cabe nada y cabe todo, de tanto maltrato a la palabra auténtico y de tanto aplauso a la misma, de tanto cansancio de power point con ositos que me hablan de ser únicx, de ser bellx y demás sandeces platónicas y arcoiris, decido devenirme en algo que se me antoja llamar "cosa" y me reivindico como cosa, esta cosa de carne, hueso y sangre, porque ser ya no me gusta y es harto cansado explicarlo.