jueves, 29 de octubre de 2015

Diario de la pérdida y el deseo: 29 de Octubre. Recuerdo


...like our pain in the river...
PJ Harvey


Recuerdo algunas de las promesas que me hice cuando tenía quince años. Las recuerdo como fotografías de lo que pude llegar a ser y alguna vez quedó torcido en un cajón y olvidado.
Recuerdo los sueños cristalizados entre los cojines primorosos de mi cama.
Recuerdo que no me cortaban. Recuerdo ser inmortal.
Recuerdo tanto de mis quince años que por eso ahora me cuesta verme de otra manera que no fuese como si tuviese quince años.

Recuerdo el frío.

Prometer no cortarme nunca el pelo delante del espejo blanco de la casa con dos baños.
Verlo crecer en ese momento, cuando me miraba, desnuda, en ese espejo. Será raíz. Seré Sansón y mataré a Dalila.

Recuerdo todas las veces que, dentro de la bañera, imaginaba mi propia muerte. Fuera, estaban las balas, disparándose sobre mí sin poder matarme porque -recuerda- yo era inmortal.

Recuerdo apagar todas las luces del segundo piso, de una casa con nombre de dictador y tirarme en el suelo cuando me quedaba sola. Recuerdo el  extraño tacto del parqué, desgastado, en mi espalda,
mientras imaginaba  mil doscientas catástrofes distintas para que nunca regresaran. 

Recuerdo querer ser madre sin hijo, sin marido.

Recuerdo el color negro de todas las prendas que entonces vestía. La cazadora Bike, el cigarrillo, el olor de tu zippo, el sabor del cigarrillo, la pena por lo que nunca tuve y nunca perdí.

Recuerdo esa impostura.

Recuerdo pensar "siempre vestiré de negro".

Recuerdo que entonces era inmortal.

Recuerdo el sonido que queda cuando todo estalla. El sabor de las lágrimas y la huida hacía cualquier sitio que fuera casa. Recuerdo decir: no quiero tener nunca algo que pueda llamar casa. 
Recuerdo la sensación de inseguridad de levantarse una mañana de sábado y no saber por dónde llegarán las bombas. 
Recuerdo el musgo de la casa de campo y recuerdo el olor de las riendas del caballo. 
Las botas de goma, los guantes blancos, los vestidos desgarrados, las noches que no quería llegar a casa.

Recuerdo romper los recuerdos y, dos minutos más tarde, echarlos de menos.
Recuerdo que entonces era  inmortal.

Recuerdo la noche, el metal, el grunge. 

Recuerdo los portales y el sabor de la cerveza. 

Recuerdo el peso de las botas.

Recuerdo que  entonces era inmortal, tan inmortal como todas mis promesas y todas mis penas.
Ahora me miro delante de otro espejo, en otra calle, en otro piso. Tengo corto el pelo porque descubrí que, cuando una renace muchas veces, el pelo no se recupera de la pérdida de lo que fue y se, ahora lo sé, que ser inmortal está sobre valorado.