No volverá a ocurrir. Eso dijiste hace unos años, hiciste la promesa de no tener que volver a hacerlo, justo aquí donde estas ahora. Dijiste, en este lugar nunca más, eso nunca más. Pero el engaño es propio del ser que es humano, como lo es la verdad. Creí, que esa parte que me contaste en este lugar era la parte de la verdad, la verdad de todo lo que ocurría. Ingenuidad de primeriza. Pero me equivoque y sé ahora, que la verdad está sobrevalorada, sobre todo cuando la verdad parte de quién tiene el poder y el privilegio. Se que la verdad es la otra cara de la mentira y que a veces la mentira es más grande, más fuerte y mas verdad.
Vendrán tiempos mejores me dijiste, y vi que el tiempo se escurría entre las manos y nunca llegaban.Vi el tiempo escurrirse en sueldos, en billetes de cincuenta.
Es algo inevitable.
Es la elección entre dos males, entre dos tragedias.
Es inefable e inevitable, y alguien tiene que hacerlo.
Matar al perro porque no se puede curar la rabia. Curar la rabia, intentar no matar al perro.
Cuando pasa eso, se produce la resolución trágica, la resolución final, sin poder tener elección. Y alguien siempre tiene que hacerlo, alguien tiene que tomar la decisión de matar para no morir, de luchar para no perder, de disparar para no acabar muerta de desidia en la mazmorra de la comodidad burguesa.
Después, siempre después de la fiesta alguien recogerá el confeti, y los trozos de tarta y los platos sucios de chocolate y pasteles. Alguien recoge las guirnaldas y las guardará en una bolsa negra.
Es un abismo la movilización hacia la acción de ruptura, es lanzarse al precipicio confiando que la caída será el proceso en si mismo y que caer es el emblema de la propia resurrección. Ser Mefistófeles como la mejor solución para el sistema que impuso Dios,el sistema que impuso el padre, el sistema que impuso la sangre, que es familia y es herencia y es apellido. Confiar en la caída, Confiar en la ruptura, en la lucha del adiós, para poder sustituir la anestesia de la tranquilidad por la acción como único valor. La acción en dirección al pasado, la acción en dirección al mismo presente, la acción hacia el futuro consensuado, hacia el futuro sin jerarquía al futuro sin el padre generoso que nos dio el paraíso a modo de sitcom.
Amputar los recuerdos de los buenos tiempos, porque son lastres de mentiras contadas como verdades. Puños de verdades sobrevaloradas. No existe el perdón para quién elije la caída constante al vacio del presente continuo y del futuro simple. Para que no duela,confiar en la amputación del pasado, confiar en que el paso gestara sin recuerdo este presente que ahora decido de manera violenta, para poder recoger los restos de la fiesta de mi quinto cumpleaños.
Y ahora estas otra vez aquí, ahora estás delante de este espejo diciéndote, otra vez, como Sísifo, nunca más, en este lugar nunca más. Resolviendo los mismos agujeros negros que te prometiste no resolver, jamás, nunca más. Los agujeros negros de las cenas familiares, los agujeros negros de la madre y el padre, los agujeros negros de la distancia entre hermanas, los agujeros negros que quedan después de los finales de fiesta, del confeti, de los trozos de tarta, de los platos sucios de chocolate y pasteles. Los agujeros negros de las sitcom del paraíso del padre, los agujeros negros de la comodidad burguesa, los agujeros negros del tiempo que se escurre entre las manos, entre los sueldos y los billetes de cincuenta.