No es abril todavía pero no queda mucho. Todas las canciones que conozco de abril hablan de una pérdida, de una de esas pérdidas adultas y burguesas que dejan ese sentimiento de vacío e insatisfacción. Tengo treinta y cinco y soy una burguesa precarizada con ese extraño sentimiento, que decidió prestarme A por unos días, sin tener claro qué es lo que perdí en el viaje que hago contigo y sin tener claro por qué me siento insatisfecha. Pero no es abril así que no hablaremos de pérdida. Aún es Marzo, pero hoy hace frío así que tampoco hablaré de esos días de primavera brillantes y cálidos que adormecen los parpados y hacen estallar los almendros.
Leíamos a Bukowski cuando andábamos follando entre portales. Tengo uno de sus libros en la mano. Nos salvamos de dos naufragios que se escondían debajo del sofá con el monstruo de las pelusas, porque aún le teníamos miedo. Adormecíamos los miedos susurrándoles canciones de amor y pena; éramos así, éramos adolescentes promiscuxs. Andábamos también entre Lo peor de todo, Héroes, Caídos del cielo, unos testamentos que alguien traicionó, mujeres suicidas rubias y accidentes de coche para hombres que hablan de los rebeldes. Todo brillaba con ese extraño brillo que tienen las noches de borrachera, las noches de lluvia cálida.
Me gustabas tanto que no daba abasto. No quiero volver a quererte así, es una decisión adulta que sé que puede que no cumpla nunca.
Los días pasan más deprisa de lo que quisiera y el romero que plantamos en el balcón para los buenos augurios esta dando flores todo el año. ¡Mira!, ahora está en flor y se le ha quedado pequeña la maceta.
Suena el calentador del agua y la extraña melodía del vals que nos regalamos está suspendida entre estas cuatro paredes que llamamos casa. Ronroneamos como los gatos y confiamos en una extraña seguridad que es más inventada que real. Te quiero, pero a veces se me olvidan estás cosas. ¿Me quieres?
Me gustan más los reflejos que lo que hay detrás del espejo, así que puedes contarme una media mentira. Seré adulta, seré madura y me la creeré. Te agarro de la mano y paseamos entre una ciudad que duerme al lado de un río con cuatro cisnes. Las parejas mixtas pasean por la misma orilla del río, se parecen tanto a nosotrxs que me asusta tanta normalidad. No quiero más paseos por la orilla dándonos la mano, y te susurro una verdad a medias que sea compatible con tu media mentira. Entre verdad y mentira, llegaremos a casa y desarmaremos tanta normalidad entre epiteliales, siliconas, salivas, músculos y gemidos aprendidos. Silenciosamente nos dormiremos nuevamente, semejándonos a las parejas que paseaban por ese río con cuatro cisnes. Tengo miedo a ser aquello que no soy, tengo miedo a caer irremediablemente en los brazos de la normalidad.