Donde penas y glorias no sean más que nombres
Luis Cernuda.
Hago colección de collares sin memoria.
Hago colección de collares a los que, cuidadosamente, voy poniendo un recuerdo.
Hago una cuidadosa labor de restaurador.
Recuerdo.
Coloco y olvido.
El último día del taller de verano hablo sobre la suerte,
hablo sobre la protección.
Os recuerdo sin rito y coloco el recuerdo en el collar.
Lo guardo con los otros objetos en una bolsa del Carrefour,
el recuerdo se vuelve cotidiano.
No se os puede hacer mito.
Os protejo del olvido,
respiración asistida a la memoria entre estos muros de piedra que ahora habito
y que no vais a poder oírme pronunciar.
Es un brillo, un destello, un pinchazo ligero en la garganta.
Dura poco tiempo el luto y siempre brota entre el silencio, entre calma;
pero el recuerdo acontece en el murmullo en el tumulto, en el cuerpo que falta.
Os hecho de menos.
El olvido deja paso a más olvido.
El recuerdo busca entre unas navidades o puede que un verano cerca del mar,
en un bungalow de las salinas.
El olvido es la frase: ya no estáis.
Me aterra durante unos segundos esa sensación que el olvido deja.
Recuerdo aquel cuadro tuyo de Saturno, es irónico.
Me revelo con la vida, una vida, mi vida.
Os tengo entre los genes, en el color de los ojos, en lo que sé y en lo que aprendí
pero el olvido está presente en los genes, también, entre el color de los ojos, entre lo que sé y entre lo que aprendí.
Es invisible, inaprehensible.
Llevo tu último segundero con una correa nueva.
Llevo el último collar que recuerdas haberme dado
y he tenido que tirar la última camisa que me regalaste.
Almendras, galletas, naftalina.
Olores detrás de cada polaroid.
Destellos al coger un abrigo, destellos detrás de una silueta, dentro de una habitación.
Aterra, durante unos segundos.
Destellos detrás de pasar una fotografía analógica a formato digital.
Por si no lo he dicho, por si se me olvida, por si no lo recuerdo.
Os diré que os hecho de menos,
sin mito,
sin drama,
sin dolor ...