Ella llamará a su puerta. Están a
finales de Abril y ese mes ha sido lluvioso y cálido. Olerá a lluvia cuando
llame a su puerta.
Lleva la lluvia con ella.
Le abrirá la puerta de un
apartamento cualquiera y céntrico. Le abrirá la puerta de un pequeño
apartamento de una gran metrópolis. Y olerá, olerá su olor a lluvia y
contestará con un ligero erizar de las epiteliales apenas perceptible.
Languidece ante su presencia y no
lo sabe. Pero cree que podría ser cualquiera que ocupase ese espacio y oliese a
lluvia.
Un rostro en el reflejo de un
autobús.
Estará calada hasta los huesos. Y
entrará despacio en el apartamento todo él, blanco y tan céntrico. Observará las esquinas, observará los marcos de las ventanas. Buscará los lugares más
oscuros que pueda encontrar en ese apartamento impoluto, antes de entrar.
Hola en un susurro tejido sobre
su cuerpo. Material protéico de sus encimas.
La dejará entrar y observará sus
pisadas de agua en el suelo del apartamento impoluto, céntrico y blanco.
Observará cómo gotea. Duda de la existencia de su cuerpo de agua mientras la ve
recostarse en el sofá. Sonreirá porque cree tener una quimera domesticada,
dormida en el sofá de su apartamento. Ingenuidad de los primeros tientos,
ingenuidad antes de conocerse, antes de reconocerse en cuerpos que parecen
iguales bajo la luz entrevelada de este mes de abril cálido y lluvioso. Húmedo
y oscuro.
Una bebida caliente, un torpe
beso y frases pretenciosas sobre el destino, el amor y el juego. La mujer de
agua palpará sólo con las yemas de los dedos el nuevo cuerpo que se extiende en
el sofá. Camina silenciosa con los dedos por cada pliegue de piel, silencio que irrumpe el ensordecedor sonido de la ropa
cayendo al suelo, del sonido de las
cremalleras y los botones. Anestesia con su boca todo el recorrido que su boca
hace acompañando a sus yemas.
Es un destino posible y ya
empiezan a percibirlo. Los dos cuerpos iguales se susurran frases; los dos
cuerpos perciben que es algo propio de la acción de comunicarse desaparecer en
la otra para poder entenderse en el movimiento entrecortado.
Es torpe y es brillante. Es
cálido y lluvioso, húmedo y oscuro como el mes de abril, como la mujer de agua
y el cuerpo es también impoluto, blanco, céntrico, como un apartamento de una
ciudad cualquiera.
Desaparecen en la habitación.
Esquinas, marcos, los lugares más oscuros guardaran los cuerpos para generar
otro ser, otro ente que obligará a seguir desapareciendo en la otra con cada
intento de comunicación que haya. El existencialismo del momento se percibe
como un instante eterno.
Suena una canción fácil, mientras
recogen los restos y montan el puzzle de los nuevos seres engendrados en sus
mismos cuerpo y llenos de otras palabras.
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