viernes, 16 de noviembre de 2012

Diario de la pérdida y el deseo: Hace algo más de 10 años

Te volví a conocer un día cualquiera del final de un verano, cuando hacías de niñx perdidx con unos pies muy pequeños para llevar zapatos de vestir.  Hace, de esto, algo más de 10 años. Entonces siempre llevaba camisas de mi padre.
Después, entre cosas, líos, universidades, acabamos en la cama y formando una pareja.
Ayer leíste en público. Llevábamos discutiendo toda la semana por platos, sábanas, Saussure y Barthes. Discutíamos por significados y significantes, discutíamos porque a veces somos incapaces de entendernos, esas veces en que nos perdemos entre las palabras.
Pero ayer leíste en publico, leíste un poema que no recordaba conocer. Un poema muy post, con alusiones a otros poemas, con alusiones a un viernes noche que no recuerdo, pero del que tú tienes un nítido recuerdo. Como si lo hubieses fotografiado en tu memoria, como si lo hubieses grabado en el poema.
Te observé, te diseccioné desde lejos. En esos sitios siempre eres tú lx protagonista, y yo me quedo en un cómodo fuera de campo que me permite verte mientras hablas, que me permite reconocerte entre una multitud de caras que son conocidas. Estabas realmente bien, corbata vaquera, camisa, gafas negras que te dan un aire alejado de esta meseta. Me puse roja y los labios se me hincharon. No soy nada discreta en cuestiones sexuales. Leías y yo sólo podía pensar en lo cachonda que me estaba poniendo al verte así desde lejos. Primero eché la culpa al agua de valencia, al vino y a las brochetas de fruta. Pronto descubrí que no había tomado tanto alcohol como para ponerme cachonda, así que tuve que asumir que el espacio público, la distancia y la inaccesibilidad era lo que me estaba poniendo.
Te veía mover los labios pero me costaba entender lo que decías. Empecé a tener calor, así que salí despacio a la calle y respiré, estaba chispeando y la calle estaba llena de gente. Te vi desde el escaparate, eras un codiciado objeto y estabas rodeadx. Pasabas los folios despacio, lentamente, y mascabas las palabras con una grave entonación. Alternancia de protagonista en el precario escenario. Conversaciones, libros y tú a diez pasos en un espacio que se me volvía absurdamente eterno, me acerqué y me presenté como si fuese la primera vez que nos conocíamos; sonreí y supe que la disección acabaría entre las sábanas, por las que habíamos discutido la semana entera.


                                    

sábado, 3 de noviembre de 2012

diario de la pérdida y el deseo: sobre lo íntimo

Después de los sustos y disfraces de la noche de las almas y del día de todos los santos hemos decidido ir de exposiciones.
La primera que hemos visto es una de fotos de Marilyn. Marilyn y lo que queda de ella detrás de los vestidos de noche y los flashes, detrás de la melena rubia y del 90-60-90. La Marilyn que lee Hojas de hierba de Withman, la Marilyn que escribe en su diario fragmentos inconexos de citas y frases de guiones. La Marilyn que come con Karen Blixen y Carson McCullers, la Marilyn en el césped con los pantalones capri, y la Marilyn que ojea, mientras desayuna, el New York Times. Y mientras veo esas fotos y releo en mi cabeza algunos de los textos que publicó Seix Barral en el libro Marilyn Monroe: Fragmentos (poemas, notas personales, cartas), intuyo una intimidad que me invento, una intimidad que construyo con pequeños esbozos de un montón de datos, de un montón de imágenes de alguien que deja de ser de carne y hueso y se convierte en icono de Warhol. Veo la cara de la otra Marilyn y me resulta mucho más fascinante porque, a mi antojo, a mis ojos, la vacío del icono y la recreo, la creo una nueva vida sobre lo intimo del patio trasero de una casa, sobre lo íntimo de un salón con biblioteca, sobre lo intimo de una cocina, sobre lo íntimo de un dormitorio o sobre lo íntimo de un sofá que resulta relativamente cómodo para quedarse dormida a la hora de la siesta mientras espera a que pase la tarde.

Después vamos a ver la exposición de otra rubia icono, Suites, series y secuencias de Jessica Lange donde, a través de imágenes, narra, esboza, viajes que ha hecho y enseña también parte de su intimidad, de una intimidad que recuerda a cualquier relato de Carver (en algunos retratos que Lange hace a su familia) a esos relatos que hablan de lo cotidiano, de un día cualquiera en una familia cualquiera, a esos relatos donde en el aire se suspende todo lo que no se aprende con las palabras para poder explicar lo que abarca el concepto de intimidad, de intimo en la familia. Es una intimidad construida, en tanto que es elegida por el obturador para que quien lo observe, la mirada voyeur que lo observa, recree intimidades, construya intimidades, narre las intimidades. Y entre intimidades propias elegidas, intimidades de otros que son congeladas por Lange, intimidades de espacios fronterizos, que traen a mi cabeza narraciones de algunos de los viajes que hacia Burroughs a México, de esos textos a caballo entre lo ficcional que tiene el texto narrado y lo real o documental que tiene explicar las experiencias subjetivas, recreaciones, imágenes que son, en parte, del lector que las ha leído y que las somete, las hace dúctiles al antojo de experiencias propias.
My bed (1998) de Tracey Emin
Entonces salimos y llego a casa y hago una foto con mi móvil de una parte de lo intimo que voy a colgar en un time line instagramer de fotografías de lo intimo, de fotografías que han construido el concepto de lo intimo con otras fotos, con otras fotos icónicas que versan sobre lo intimo, con otras fotos de lo intimo que se han construido con publicidad de franquicias de ropa interior y de calcetines confortables, con fotos que se han construido con escenas de películas, con fotos construidas de poemas o narraciones donde, curiosamente y a voluntad de lo correcto políticamente, se ha suprimido la parte de lo intimo que habla de lo escatológico, que habla de llegar a casa borracha como una cuba y poner la taza del water perdida, que hablan de levantarse por la mañana y ver el colchón con una mancha de sangre, y me pregunto si eso no lo hemos construido también con esbozos de otras narraciones y de otras películas, con obras como My bed de Tracey Emin. 
Y entonces, siento que nuestro yo es construido con otros yos, con otros retales de yo, con otros personajes, y me pregunto cuánto de íntimo tiene lo íntimo.