Es curioso lo que debemos a lxs demás de nosotrxs mismxs. Gestos, maneras de hablar, estructuras del pensamiento. No es mi intención diseccionarme para saber qué hay de mí y qué hay de los demás en mí. Me parece relativamente absurdo y sobretodo una especie de Ítaca. Así que con lo propio y lo prestado, unx se vive y hace que lxs demás lx vivan como si de un juego de muñecas rusas se tratara y, como en el juego de los espejos infinitos, el yo que se duplica esperando no tener que repetir la escena de esa mítica película y acabar disparando a los espejos, buscándose.
No creo que sea capaz de explicarlo mejor que Kundera en la Inmortalidad, pero es curioso cómo sin querer, nos apropiamos un poco de lxs otrxs y lxs otrxs se apropian un poco de ti cuando un gesto, cuando una palabra, cuando una estructura mental es recogida por el espejo otrx y el espejo yo y la repite, a veces con variantes, a veces practicamente igual. Como si de Elmyr de Hory se tratase. En estos múltiples espejos que somos nosotrxs en los otrxs y lxs otrxs en nosotrxs, van confluctuando identidades, van estableciéndose dialécticas, se van creando resignificaciones e, incluso, extraños fetichismos con los que a veces no nos gusta nada vivir y con los que otras, en cambio, sin un motivo aparente, como si de alquimistas se tratase, congeniamos. Cuando ocurre esto nos rodamos como cantos en aguas que cambian de fuerza y de turbiedad, sin dar mucha importancia al nosotrxs, al yo, dejándonos llevar por el propio proceso de fluir. Es evidente que esto ocurre pocas veces y que cuando ocurre lo llamamos de múltiples maneras, amistad, amor, compañerismo...
Procedemos de una cultura dicotómica, de una cultura binómica donde hay un yo y tú, donde hay un original y una copia, donde hay una vigilia y un sueño, donde hay una mente y un cuerpo, donde hay un intimo y un público, una derecha y una izquierda, un masculino y un femenino, un hetero y un homo, y nos cuesta congeniarnos como un todo sin que con ello busquemos una especie de unicidad, en relación a entendernos como únicx, porque no se nos puede definir como únicxs, puesto que en nosotrxs llevamos una herencia, una manera que no podemos identificar como propia y, por lo tanto, como única.
Necesitamos de lxs demás en la medida en que lxs demás también necesitan de nosotrxs, vivimos en grupos y buscamos el grupo y, cuando lo hallamos, nos ponemos a crear nuestra identidad individual con pequeños retales de otrxs. Creamos una historia con palabras, vamos eligiendo esas palabras buscando en ellas una especie de efecto óptico que nos devuelva un significado o nos resignifique. Nos encontramos a veces en los otrxs; las otras personas, los otros libros, las otras películas, los otros cuadros y lxs otrxs a veces se encuentran en nosotrxs. Nos copiamos, nos imitamos y hacemos que el exterior forme parte de lo ulterior de nosotrxs mismxs en un juego a veces cruel, a veces perverso, a veces cómodo como unas zapatillas e incluso a veces anodino y, en esa búsqueda de nosotrxs nos vamos haciendo, porque la propia búsqueda es el encuentro, porque es el camino lo que hace el camino, la construcción de ese camino.
Sabiéndonos deudorxs de lo que lxs demás nos han prestado en ese camino y sabiendo que en ese camino también seremos compartidxs y perdidxs y encontradxs y olvidadxs y recordadxs e incluso en la copia maltratadxs y cuidadxs. Y ahí devenimos en lo que nos empeñamos en llamar ser, en llamar alma, sin encontrar un principio que nos contenga y un final que nos dé aliento y eso es lo realmente maravilloso de ser unx copista copiadx e incluso unx ilusionista.
Así que últimamente, ante tanto cansancio de palabras cajón en las que no cabe nada y cabe todo, de tanto maltrato a la palabra auténtico y de tanto aplauso a la misma, de tanto cansancio de power point con ositos que me hablan de ser únicx, de ser bellx y demás sandeces platónicas y arcoiris, decido devenirme en algo que se me antoja llamar "cosa" y me reivindico como cosa, esta cosa de carne, hueso y sangre, porque ser ya no me gusta y es harto cansado explicarlo.
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