Voy a dedicarme unas horas, unos minutos, unos segundos. Voy a andar entre el trigo hasta llegar a las dunas, donde las flores moradas rastrean la arena como elegantes serpientes. Caminaré entre lagartijas y escarabajos. Caminaré despacio entre las abejas -ya no las tengo miedo-, entre las avispas, entre los mosquitos. Caminaré entre los abejarucos que ya han anidado en el campo de trigo, centeno y colza y caminaré entre las golondrinas que me ha prestado mi abuelo, las que me quiero tatuar en el antebrazo. Entre las golondrinas que anidan en la meseta de la que me marcho y las que anidan en los pueblos que duermen entre barcas blancas y azules, entre redes y pescado. Caminaré despacio porque no me gustan las prisas, porque no me gustan los muertos, ni el sonido del refrigerador que les hace parecer estar dormidos. Caminaré y llegaré al mar. Saldré a mediodía, con la luz de las doce para que mi cuerpo se dore al sol, para que mi cuerpo se ponga moreno, para que mi cuerpo empiece a recordar el color del verano eterno de cuando era algo más pequeña. Caminaré en ese momento en que la sombra se confunde con el cuerpo y se hace una. Caminaré despacio, no me gustan las prisas, y veré los campos donde han florecido las margaritas y las amapolas, porque caminaré a mediados de mayo. Caminaré y llegaré al mar. Llegaré al mar cuando pueda tocar el sol con el pulgar, como las eternas tardes de septiembre en las que se caen las horas a la orilla del mar, a la orilla de nuestro mar.
Mar del color del mar en julio, que es azul y turquesa, que es trasparente si salpica y blanco si se convierte en espuma, si se convierte en ola. Y olerá al jazmín del anochecer, a las madreselvas y a sardinas. Olerá al olor que tiene la arena en pleno mediodía, olerá a aftersun y a limones, olerá a vainilla y a leche merengada.
Los hibiscus estarán abiertos, serán pinceladas de rojo entre el verde y el azul del mar y el azul del cielo. Estará despejado, sin nubes, azul intenso, con estelas de aviones, con banderas publicitarias de cualquier bebida que suene a verano y huela a sandia.
Caminaré entre las dunas, se hundirán mis pies entre la arena, rozarán cada grano, que se ha hecho con eternidad, y ésta les inundará. Serán pies testigos de la eternidad de cada grano, de cada piedra preciosa que forma los granos de arena. Soplará el viento, un viento cálido de sol anaranjado, y sonarán trompetas de días de fiesta, trompetas doradas que brillarán con el sol de media mañana, porque el regreso será una fiesta. Respiraré el olor a sal, el olor que tiene el vapor del mar, el olor que tienen las olas cuando rompen. Mi retina quedará inundada de los distintos brillos del agua, y mis pies llenos de todo llegarán a la inmensidad de azul y sal y placton. Notaré la espuma entre los dedos, la resaca del mar en la planta y surcaré con la palma de mi mano el horizonte. Mi mano será mi horizonte y mi vértice, porque no tengo prisa por llegar a ningún lado, ni tengo prisa por huir de ninguna parte; ya no tengo la aprensión de la huida porque he hecho un pacto con ella y duerme tranquila entre mis clavículas.
Andaré hacia dentro y el agua rozará mi cintura, rodeará mi cintura y mis piernas y escucharé el silencio, ese silencio que conozco gracias a que tú me lo narraste, ¿te acuerdas? Te acuerdas de ese día de finales de verano cuando el mar estaba como una balsa y al fondo había un banco de tierra, donde no cubría nada y tú me agarraste de la mano, pero el miedo a las medusas hizo que me soltara. Te reíste y me llamabas pero el silencio que te rodeaba y el estruendo que me rodeaba hizo que me quedara en ese espacio de seguridad, tan lejos de tu silencio. Ahora llegaré donde no me atreví aquel día de finales de verano, y dejaré que mi cuerpo sea madera a la deriva; notaré el agua entre el pelo, notaré el agua en las epiteliales, y respiraré profundo y cerraré los ojos llenos de inmensidad azul. Notaré cómo brilla el agua, cómo el sol se esconde; flotaré en el silencio del mar en calma, en el silencio del calor del verano, flotaré entre olor a salitre y pino. El agua recorrerá mi cuerpo, la sal impregnará mi moreno y los labios se agrietarán, tendré el silencio de las horas, los minutos, los segundos que me voy a dedicar para llegar a este mismo punto.
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