Duerme en el sofá, descansa del ruido de la lluvia. No le gusta la lluvia.
B no esta ahora y la tarde ha navegado entre las letras de Cernuda. Entre lo que cambia y lo que sigue igual. Entre la nostalgia que queda del paso del tiempo entre los pliegues de la piel y la memoria dañada de una anciana, que reposa en un sillón demasiado grande para su minúsculo cuerpo. Sus huesos, cristales puros de tiempo. Tiene las tetas caídas y lucha por su dignidad quitándose el pañal. Recuerda una finca y un caballo, un padre y una madre pero no recuerda a los hijos y a los hijos de sus hijos.
El tiempo pasa tan deprisa cuando creces, el tiempo pasa tan deprisa. Duele tampoco, que es como el sonido del ruido de la lluvia que no le gusta a N mientras descansa en el sofá, ajeno al tiempo.
La voz de la chica rubia que nunca fui, suena. Y una flor por la que no pasa el tiempo me recuerda al tiempo que pasa por las margaritas blancas que trajiste este viernes.
El vestido de novia descansa en el armario de caoba de la que nunca perdió la memoria. El armario es la memoria de la casa. No hay armarios para toda la memoria donde cabe una vida. No hay armarios para esconder todos los sueños.Tengo un montón de sueños escondidos entre los armarios pero ahora no encuentro ninguno. Son cajas vacías de sueños y llenas de objetos. No recuerdo lo que quise ser, no recuerdo si alguna vez quise ser algo, pero todo esta ahí, dormido, guardado en las cajas llenas de objetos.
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Es todo tan fácil que me da miedo. Siento un pequeño vacío entre mis pies vestido de blanco y vestido de pena, es un vacío vestido de pena blanca.
Los sueños y el tiempo duermen en el lecho que construimos con ellos. Son pequeños depredadores. Son las sabanas de un gran almacén enredándose entre las piernas. Serpenteando un día de pleno verano entre el sudor epitelial.
Ayer busque todo lo que pude haber perdido antes de ir al centro comercial de las afueras. No lo encontré. Sentí una extraña pena ácida en la boca del estomago.