sábado, 23 de mayo de 2015

123 123 123


Folio en blanco


Hoy anuncian lluvia las nubes,
pero no va a llover.
El amor
llegará a casa una hora y media más tarde.
El perro
le esperará durante hora y media.


Bostezo.

Cansancio acumulado
en
cada
pliegue
de mi cuerpo.



Dolor en medio de la frente. Dolor en el tercer ojo. Es el tercer ojo de cíclope.



C
    A
         E
            R
                 É  
                       como cíclope.



No existe más tiempo que el que marca el reloj.

¿OYES ESE RELOJ?

Música.
Recurro al que alguna vez me gustó.

Soy enamoradiza.

Visualizo un espacio sin tiempo, Un espacio que puede existir justo


aquí


No quiero que nadie exista en este trozo de papel. Es mi anillo.

Una cama de sábanas.
La  cortina a al ritmo de un aire caliente que aún no existe.

Recuerdo que alguna vez el tiempo era otra cosa distinta.

Una visita inesperada de alguien que antes no era feliz y ahora si.
De alguien que me echa de                               menos.


El vals que me enseño mi madre aún lo recuerdo


123 123 123

Voces de hombres hablando sobre cosas importantes.
Ellos siempre lo hacen.

Golondrinas con alas rotas.

La infusión que emulsionó se ha quedado fría.

Las nubes son del color que tiene la pena del robot de la FASA.
Palomas grises como la pena surcan el cielo y
ninguna me trae buenos presagios.

Un libro pendiente y el deseo dormido
en el segundo cajón del escritorio


Otro día vuelve a
                             c
                                 a
                                      e
                                          r


 es un trozo de la esquina de mi agenda

No puedo prometer nada eterno. 
La eternidad es azul como el cielo en un día de verano.

Todo lo eterno es tan finito como el cuerpo donde se escribe la palabra eterno

Suena el violín.
Tan triste 

Las respuestas no contestan a mis preguntas.
Y sigo con este dolor de cabeza en el ojo del futuro.

Parcas cortan hilos dorados en la mesa de enfrente,

Mantras ininteligibles.

El vals era tan fácil cuando me lo enseñaste

 123 123 123



Cuándo se volvió todo torpe
Cuándo se volvió todo complicado.
Cuándo dejó todo de brillar.


¿OYES ESE RELOJ?


Aún recuerdo el vals que me enseñaste 
aún recuerdo que era un vals de muerte







lunes, 18 de mayo de 2015

Diario de la pérdida y el deseo: junio 10


Hoy recojo este texto que puede tener más de siete años, este texto se publicaba por primera vez en un foro L y empece a escribir el diario de la pérdida y el deseo porque B no estaba, estaba en Soria trabajando. Este texto es de un 10 de Junio. 


Un invento para B.


Quiero una casa al lado del mar como la Madrague, quiero un mar eternamente azul, y un amor tranquilo que duerma siestas en hamacas infinitas, quiero una piscina con flotadores rojos y molinillos de viento en el césped, quiero amigos que regresen siempre a este lugar y almuercen verduras a la plancha y pan con tomate.
 Quiero un perro feliz que se siente al lado de su amo como en los sepulcros góticos de cualquier capilla. Quiero ver las barcas amarradas en aguas trasparentes y oír el chapoteo intermitente de las olas sobre ellas. Quiero notar la brisa en la cara mientras me anudo el pelo con un lápiz mordido. Quiero una playa de arenas blancas bajo mis pies y echar en ella raíces de algas, quiero un helecho que susurre nanas y unos mosquitos que kamikaces, se choquen contra el  farolillo que alguien compro en un  zoco  del norte de África. Quiero una casa de blancas paredes y ventanas azules, donde crezcan los Hibiscos y los jazmines y las mimosas, donde las madreselvas trepen por las verjas y las aloe veras ocupen las esquinas plantadas en grandes tiestos de barro. Quiero geranios rojos en los balcones y sábanas de colores imposibles en las camas, quiero chimeneas inútiles para eternos veranos, quiero un gato romano que pasee por los pasillos y suba las escaleras, un loro que solo diga tacos y un conejo que no tenga prisa.

Quiero que en la casa que esta al lado del mar siempre haya risas y consuelos.  Quiero una casa con una gran biblioteca llena de los libros encontrados, de los libros perdidos y de los prestados. Quiero vigas de madera y de ellas colgadas las flores que C recoge. Quiero un piano sin cola y velas blancas para las noches que paso contigo.
Quiero que la cama donde duerma nuestro amor  sea grande y blanca y azul y roja y huela a limpio siempre que en ella nos acostemos. Quiero que las ventanas siempre estén abiertas y en ellas duerman lagartijas y salamandras.
Quiero cielos claros de atardeceres rosas, quiero aromas de inciensos y puertas de grandes llaves, quiero cortinas de lino y sal en mi cuerpo.
Quiero que  mi piel se ponga morena por las horas que paso en el huerto, quiero una casa donde todo el que quiera, pueda entrar. Una casa con bodega, llena de grandes vinos elegidos por G. Quiero un jardín con burbujas de jabón y baldosas descolocadas por la casualidad. Quiero vestidos blancos y sandalias de esparto; quiero llenar la casa de los recuerdos que nos inventemos y de los viajes que están por llegar, quiero colgar en los quicios de las puertas collares de azabache, granates y abalorios multicolores. Quiero una casa con un camino que lleve a la playa de arenas blancas, donde eche mis pies que son algas y decorar mi cabello con las conchas que la marea ha traído y susurrarte al oido que te quiero, amor, en esta casa en este momento y desde este recuerdo.




domingo, 10 de mayo de 2015

Diario de la pérdida y el deseo: 9 de mayo

Es sábado. Es un sábado que tiene las ventanas abiertas de casa. Es un sábado donde he caminado por esta ciudad que hoy se me antoja alegre y soleada. Nos pilla lejos el mar del sur, nos pilla muy lejos y muy lejos nos pillan las aloe veras y las mimosas que brillan en amarillo e inundan de dulce todo el espacio que las rodea.
He comprado té en esa tienda pequeña donde conozco al dependiente y hemos hablado sobre líneas convergentes y niños y teatro. Era todo como una bossa nova. Tenía el ritmo de bossa nova. Se me antoja un día cálido de animo, un día donde puede que te proponga ir a comer al monte de encinas y donde puede que todo se vista de lino y rayas.
Huele al chillido de las golondrinas planeando en un cielo azul y amarillo. A veces todo esta más cerca de lo que parece.
Ponemos ritmo a los pies con una melodía sorda y caminaremos entre calles que hoy tienen el color del cinemascope de una película romántica y tonta, de las que siempre acaban bien y que la luz siempre es una luz amable de tarde.
Hay flores en el jarrón verde. Unas bonitas siemprevivas de tres colores diferentes que me han recordado a esa bisabuela que pintaba historias del antiguo testamento. En la pila del baño hay otro ramo para la madre que tiene memoria, para la madre que nunca quiso ser madre.
Nemo te espera tranquilo en la puerta de casa y Kali duerme en la montaña de cojines de este día alegre y soleado. Es uno de esos extraños días en que creo que todo tiene la medida precisa. En alguien como yo, la medida precisa es complicada, así que empiezo a dudar de mi autoconocimiento; pero hoy, sinceramente, no me importa nada mi autoconocimiento y tampoco me importan los días tristes y sin memoria.

Pasta para comer. Llegará el Mediterráneo con sonido de agua hirviendo a la cocina: albahaca, orégano, ajo, aceite de oliva y parmesano... A veces todo esta más cerca de lo que creemos. El viaje es un extraño espacio que no tiene tiempo.

A veces, la medida de las cosas es un día soleado y cálido que huele al chillido de golondrinas donde suena la bossa nova y huele al plato de pasta que vas a cocinar.