viernes, 10 de agosto de 2012

Y en el medio esta la virtud.







In medio uirtus, quando extrema sunt uitiosa, que quiere decir ‘en el medio está la virtud cuando en los extremos está el vicio’.


Creo que la relación de mi cuerpo y mi entorno se puede resumir en el personaje de Kim Novak en la película de Vértigo, cuando pasa de ser una exuberante pelirroja a una rubia chic y, con ello, la domestican y la hacen encajar en la norma, la convierten en algo etéreo e inseguro que anda en el filo de una navaja, en algo que tiene apariencia frígida. 
Pero de ahí no viene mi frustración de no ser rubia ni chic, supongo que es difícil explicar sin remontarse mucho y sin hacerlo extenso cual ensayo alemán.


Desarrollé un cuerpo de esos que llaman generosos y después de este adjetivo de ‘generoso’, en mi casa empezaron otros como ‘mujer del norte’ o ‘tetuda’, que hacían referencia por un lado, a la familia de mi padre, navarra, y por otro, al lugar de mi nacimiento, Pamplona. Esto eran para mi madre, mi abuela y mi tía-abuela, extraños eufemismos de vulgar. El caso es que mi cuerpo generoso y de amplias formas (media 1,69, pesaba unos 53 kilos y tenía 90 de pecho y 88 de cintura) me resultaba a partes iguales cómodo e incomodo y está última parte venía más de fuera que de dentro. Yo conmigo misma no creía tener problemas, pero los demás si parecían tenerlos. La primera en constatarlos fue mi madre, que empezó a notar o que llevaba faldas muy cortas, o que las camisas tenían los botones muy abiertos o que el zapato -siempre me gustaron rojos o de charol negro- no combinaban para ser una señorita elegante. Mi madre quería una Audrey Hepburn y le había salido una mezcla entre Sofía Loren y Marilyn Monroe, salvando las claras diferencias. No era una interpretación –hablo de interpretación porque así entendí el género- de una niña comedida, amable o cariñosa. Además, explicaba sin problemas lo que deseaba y lo que me gustaba y tenía opinión de casi todo y eso no era propio de lo chic. Tenía un éxito relativo entre los hombres mayores amigos de mi padre, un extraño éxito que no pasaba por ser la madre de sus hijxs porque, para ser la madre de sus hijxs, esto me lo aclaró mi abuela, tendría que proceder a la domesticación, al medio, a la virtud, porque lo mucho molesta y lo poco no llega.

Los siguientes en constatar este hecho fueron los trabajadores de la construcción cuando, al pasar por esas obras, hacían alusión al movimiento de mis tetas.
Empecé entonces a desarrollar cierta aversión hacia las mujeres de pechos grandes, exuberantes y llamativas, el color rojo paso a ser granate y el charol negro se quedo en negro a secas; los fabulosos escotes se convirtieron en camiseta y las faldas cortas en Levi’s 501. Pasé de lo exuberante a conceptos de prêt-à-porter americanos; descubrí que lo exagerado no gusta, que lo excéntrico molesta y lo folclórico abruma; porque gusta lo que es la norma pero nunca descubrí qué era la norma exactamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario