domingo, 16 de septiembre de 2012

Diario de la pérdida y el deseo: sentimientos de des-legitimización de un 16 de Septiembre

Siempre resultará más elegante el que tiene dotes, aunque quede tercero o cuarto, si no se ha esforzado, que el que ha hecho méritos. Belinda Cannone



Ante tal verdad me tengo que pelear todos los días. Creo que no soy especialmente elegante, no estoy especialmente dotadx. Dotadx al estilo de Neal Caffre, o dotadx como lo es el Sherlock Holmes de la BBC. Esa manera de hacer las cosas sin esfuerzo, de hacer las cosas de esa manera tan natural, que parece decir constantemente lo fácil que resulta estar en mis zapatos. En uno de esos zapatos clásicos y elegantes, tan ingleses como si el propio Norman Vilalta los hubiese diseñado especialmente para ti. 

Es una impostura que viene de fábrica, una impostura que queda como guante, como traje hecho a medida, que se adapta al cuerpo de unx, a los pliegues de sus movimientos como si de elegancia felina se tratase y resulta chic, sofisticada y muy misteriosa. Yo no tengo trajes hechos a medida, ni zapatos de Vilalta y no uso de esa impostura, de esa clase. Mi vulgaridad reside en que todo lo he conseguido a base de andar peleando por ello (unas veces mejor, otras veces peor y otras veces también he tenido suerte e incluso he podido ganar por KO en vez de por puntos) y después sentirme, cuando lo he conseguido, des-legitimadx. Des-legitimadx como si lo que unx consigue con esfuerzo le perteneciese menos, fuese menos suyo y más de lxs otrxs. Aunque para sentirse des-legitimadx no es necesario intentar conseguir algo, a veces unx se siente des-legitimadx en la acción del rechazo, a veces el no querer algo parece que también necesita una explicación mayor de no quiero o no me gusta.
Entonces tienes una extraña sensación que puede aparecer en los momentos mas insospechados y que se acentúa en el hecho de ser mujer, porque a las mujeres nos pertenece todo un poco menos que a los hombres. El espacio de todxs es un poco más de ellos que nuestro, incluso nuestro cuerpo, es un poco menos nuestro y más de ellos, de ellos heterosexuales, de ellos maricas, de ellos bisexuales. Y te sientes algo estúpida por no tener trajes que te queden como un guante y no den esa sensación de levedad que tiene el cuerpo ágil de formas angulosas de los hombres misteriosos y tranquilos.
Es un miedo que aparece de repente, y no es fácil explicarlo y tampoco lo es controlarlo. Sientes que te  des-legitima casi todo: el llegar dos minutos tarde a recoger el papel que te acredita, el haber bebido un poco más de la cuenta, el ser un poco más agresiva de lo que se espera al ser mujer. 
Todo es una razón para que alguien, para que cualquiera, hombre o mujer -al servicio del patriarcado-, incluso a veces tú misma, te digas, te digan, que eso que te pasa, en parte es culpa tuya. Es  culpa tuya porque freudianamente tu falta de autoestima te concede la acción acontecida. Es culpa tuya por tener ese carácter, como si lxs demás fueran excluidxs de poder tener también un mal carácter o un mal día o ser sencillamente así. O es culpa tuya por beber más de la cuenta  y al beber más de la cuenta, si eres mujer, parece que todo aquello que te ocurra es por tu falta de responsabilidad y además se te prohíbe la queja o el malestar. O la culpa, es tuya por sentirte triste los días de lluvia, porque como ya sabemos que rezan los libros de autoayuda, tu eres elx únicx responsable de tu felicidad. Y la culpa, que es una palabra que suena muy mal, se va sustituyendo por merecer, que parece que va asociado al ámbito positivo y del destino.
Y  así a golpe de la frase TE LO MERECES, se va gestando el día a día, con una imagen de un índice señalándote. Pero es una frase que solo parece legitimar lo malo que te ocurre, que solo legitima la mala suerte, lo catastrófico o la fatalidad. Y de vez en cuando aparece ese extraño sentimiento, a caballo entre impostura (por lo falso de la personalidad en sociedad) y des-legitimación  que construye tu espacio. 
Pero los espacios que se construyen por no ser legítima, por ser bastarda del mismo espacio, por sentirse bastarda (puesto que no hay nada que aparentemente justifique tu sensación de bastarda, no hay nada, ni nadie, que parezca que desacredite tu reacción, puesto que nadie ha entendido que haya habido una acción previa que necesite una respuesta), son espacios límites, son espacios fronteras que se gestan desde lo inseguro (inseguro porque es lo no escrito, lo no nombrado, lo no actuado) desde el filo de las acciones, desde el filo de lo que una cree entender. Y es el espacio  que ahora se ha convertido en sentimiento lo que resulta difícil de administrar, difícil de llevar e incluso de explicar. Es un sentimiento complicado de entender y siempre presenta múltiples lecturas. Es un sentimiento de pequeñas violencias, de miles de pequeños dolores, indefinibles, inaprehensibles, que tejen el traje hecho a medida, impuesto a medida. Son espacios que repujan el cuero de los zapatos, que parece que nunca son para tus pies de treinta y ocho puntos.


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