El otro día vino C y, entre sorbo y sorbo de una botella de dudosa procedencia de vino tinto de rioja, hablamos, no sé por qué, de la famosa foto de Helmut Newton y el frac. Icónica y, por lo tanto, vacía de cualquier posible transgresión, por mucho que en las estanterías de nuestras casas (las de las bollos que adoptamos poses de intelectualidad) la pongamos como hito (si es que esa foto pudo ser alguna vez hito de la masculinidad femenina, de lo andrógino o de sujetos trasgresores, aunque lo haya podido ser, además, de cualquier otra cosa).
En realidad esto es una duda que se me plantea constantemente y que no soy capaz de poder solucionar. Es la duda de cuánto perdemos cuando pasamos por lo que la norma busca de nosotrxs y cuánto perdemos de nosotrxs mismxs cuando estamos en constante transgresión de la propia norma. Siendo, las dos posibilidades, como una especie de esquizofrenia que atraviesa al individuo, creando una constante tensión entre los dos puntos.
Intentaré decodificarme, analizarme, puesto que, como dice Preciado, es necesario explicar los procesos culturales, políticos, técnicos a través de los cuales el cuerpo como artefacto adquiere estatuto natural. Es cierto que el concepto de "naturalidad" siempre me ha provocado vómitos o diarreas, dependiendo de por qué boca salga; y es cierto que nunca he pretendido la naturalidad para mi forma de vida, aunque sí la comodidad, estableciendo una profunda grieta entre estás dos palabras que parecen ir siempre acompañadas.
Volviendo a la foto de Newton y del magnifico diseño de Yves Sant Laurent, me sorprende cuán dulcificada está la posee. Entendamos por dulcificado como el interés por agradar al publico, lo que en teatro vendría a ser la captatio benevolentia. Es decir que, la foto, aparentemente trasgresora, es solamente eso, una foto aparentemente trasgresora; puesto que, en realidad, lo que pone en constante presencia es la naturalización de la feminidad, a pesar de llevar un traje de hombre, un eminente atributo de la construcción de la masculinidad. Digo "aparentemente" porque la pose es suficientemente afectada como para que no sea la de todo un hombre. Está maquillada al estilo smoking que, en realidad, viene a recoger toda la figura de las femme fatale; uñas pintadas de oscuro; pantalón campana, por lo que tapa el zapato de tacón (¿desde cuándo a los hombreshechosyderechos no se les ven los zapatos?); la cintura del pantalón es muy estrecha para ser de hombre; la blusa -que no camisa-, muy del gusto de Genís. Por lo tanto, lo que pone en entredicho es, precisamente, que la mujer pueda ser masculina; y, en todo caso, plantea que la única masculinidad a la que puede acceder es la masculinidad que tiene un gay con mucha pluma, lo que vulgarmente se ha traducido en una loca que a ojos de la sociedad. Es un fake de hombre, es un poco hombre.
Recuerdo que, de pequeña -también lo hablaba con B y C- tenía pánico -bastante extendido entre las niñas- a poder ser masculina; a que, en algún momento, pudiese convertirme en aquello que todo el mundo criticaba, en la bollera masculina, en la butch, y conformé parte de mi identidad desde ese miedo. Y cuando superé el miedo a parecer un chico, a creer en la naturalización de mi estado de femenina, en el estatus que esto representaba, empecé a utilizar objetos masculinos en mi atuendo: corbatas, trajes de chaqueta, relojes masculinos, etc. para, con ello, poner de manifiesto que, aunque utilizara prótesis masculinas, seguía siendo femenina. Porque la feminidad, a pesar de que yo la había "conquistado" -puesto que siempre fue "una conquista" en mi cuerpo-, empezaba a ser "natural". Luego, todo eso lo utilicé con otros significados.
Pero al hilo de la foto, y a lo mejor gracias a uno de los valores que parece tener el arte según mantiene Köning reinterpretando a Proust, quien dice que éste (el arte) debe hacer presente el pasado, o lo que es lo mismo, reencontrar el tiempo, vemos que esto es exactamente lo que ha hecho esta foto. Se ha convertido en mi magdalena y en el Aleph. Mi magdalena porque me ha traído otras mujeres en frac, como puede ser la Dietrich y el Aleph porque me ha remitido a algo que se está produciendo ahora, y que muchos compañeros y compañeras están apuntando; que es el hecho de que lo trans esta de moda y, como es preciso, y podría decir Sayak Valencia, va a acabar devorándose así mismo, despolitizándose.
La despolitización de las masculinidades femeninas se produce por la frivolidad que sobre ello se hace, provocada por el medio donde se representa. Dice Bourdieu: si un medio de esas características suministra información para todos los gustos, sin asperezas, homogeneiza, cabe imaginar los efectos políticos y culturales que de ello pueden resultar. Y entonces vienen a mi cabeza revistas de temática lésbica (Diva o Curve) donde parece que puede ocurrir lo mismo como ocurre con el Orgullo, que en realidad es el espectáculo de los monos de feria que somos para esas personas, y por eso nos hacen fotos y se quedan en las aceras viendo pasar el desfile del circo que para ellas somos. Y entonces todos es :
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