domingo, 18 de enero de 2015

Todas las cosas que no he sido

“Un cuerpo es el lugar que abre, que separa, que espacia falo y céfalo: dándoles lugar a hacer acontecimiento (gozar, sufrir, pensar, nacer, morir, hacer sexo, reír, estornudar, temblar, llorar, olvidar…)” (Nancy, 2003: 17).



En mi vida tengo varios alteres egos que, en determinados momentos, me construyeron o me destruyeron o, simplemente, me representaban como potencia y no como ser o como las dos cosas juntas. No sé muy bien cómo y por qué elegimos a los alteres egos o si son ellos los que nos eligen a nosotras a través de extraños movimientos telúricos o, quizás sísmicos pero así es; ocurre, nos proyectamos y elegimos. Nos fragmentamos en pequeñas porciones de nosotrxs mismxs a través de los diferentes alteres egos, a través de los diferentes momentos que nos atraviesan y a los que atravesamos. No creo que el alter ego sea menos nosotras que nosotras en cuanto a espacio físico ocupado. Es como decir que lo que pensamos es menos nosotrxs que el movimiento que hacemos con la mano para acercar ese vaso de agua. ¿Es posible que el ser humano sea un ser fragmentado?.¿Es posible que seamos muchos seres en un solo cuerpo y muchos cuerpos en un solo espacio?. ¿Es posible que todo esto dependa de las proyecciones que leemos y nos leen?


Hay gente que siente que es en  tanto que ha elegido y en tanto que puede hablar de aciertos en su vida. Otras personas se crean entorno a lo que nunca han podido ser y han fracasado; son como los polos opuestos que a grandes rasgos se narran. Pero, a veces, esas narraciones son insuficientes o están tan polarizadas que parece que tenemos que elegir  y triunfar o  elegir y fracasar.
No creo que seamos algo tan polarizado, siento que es algo mucho más fluido en el ser y somos en tanto a lo que elegimos y en tanto a lo que rechazamos, somos también en tanto a lo que no podemos llegar a ser.
Cuando puse el nombre a este blog, sentí que el no haber sido rubia me había marcado. No sé si más o menos que ser morena, pero la construcción de lo que queda en torno a esa carencia y a la decisión empoderada de no querer ser rubia, supongo que crea cierta consciencia que va construyendo una identidad y se construye en torno a lo que es y a lo que no es, en torno a una identidad que está en un extraño límite y que implica una consciencia y que se asume, según mi experiencia, primero con el orgullo de la que enseña la herida en el combate y después, simplemente con esa extraña sensación de recogimiento de encontrarse con lo que conoce. Como cuando llegas a casa después de vacaciones, y entras y llega el olor de todo lo que has vivido y sonríes mientras dejas las maletas y empiezas ha hacer que la casa viva a través del espacio que vuelves a ocupar. Es una sensación agradable, es más, es una sensación reconfortante.

Pero hay muchas más cosas que puede que quisiera ser y no soy y me han construido, pero es cierto que soy de las que sienten que una vida no es suficiente para vivir todas las vidas que caben dentro.
Una vez explicado, he decidido rendir un homenaje a todo aquello que me ha construido tanto por ser elegido como por verse incapaz de ser, insuficiente para poder ser, dentro de mis propias limitaciones y dentro de mis propias decisiones.


Quise ser, antes que rubia; quise ser médico con fonendoscopio y auscultando pulmones y firmando recetas y quise que nadie pudiese entender mi letra. Quise ser también una mujer encerrada en un castillo en pleno valle de Blackmore. También quise ser secretaria de un detective privado en una novela negra y tontear con él sabiendo que nunca iba a ser elegida. Quise ser gata siamesa para dormirme entre cojines y subir por los tejados. Mary Poppins y ladrona de guante blanco. Directora de una galería de arte e ir siempre vestida de gris con unas sandalias de tacón rojo que encontré un verano en unos grandes almacenes. Quise ser submarinista para encontrar tesoros dentro de galeones hundidos. Leer idiomas antiguos dentro de la biblioteca de Helsinki. Pronunciar muchas veces Helsinki. Helsinki, Helsinki. Tener una guitarra y la voz de alguien que parece estar agarrada a una cornisa con una sola mano. Enamorar al chico de la portada del libro cuyo titulo es una canción del 77.Quise ser también vampiro y vestir siempre de negro. Deseé por un instante vivir la vida de cualquier persona que estuviese esperando en la parada del autobús. Quise ser bailarina de claque con frac. Fumar de esa manera tan elegante. Tener en los labios el reflejo del metal y las rodillas sucias. Quise también ser jinete y perderme en un bosque completamente mágico lleno de ciervos y búhos. Ser la noche entera y el azul más oscuro que puedas imaginar. Escribir libros tan apesadumbrados que todo el mundo llorase nada más cogerlos, nada más leer la primera línea. Quise ser triste, tan triste como un final de feria o un confeti en el suelo. Quise ser luz ténue, escribir novelas complicadas y muy intelectuales. Ser Nana Kleinfrankenheim. Ser la niña que se enamora de un fantasma y la misma niña que tiene nombre de día de la semana y supe que, al querer ser todas y cada unas de estas cosas que no fui, tenía que buscar la manera de poder tocarlas con los dedos; y para ello, para todas y cada una de estas cosas, decidí que cada vez que mandase cartas nadie entendiese mi letra; que mi valle fuese mi casa; tener las gafas de la secretaria a la que nunca hacen caso; tener un sofá lleno de cojines del IKEA; ir a trabajar con un gran maletín; apuntarme a un bautismo de submarinismo y descubrir que me agobia el peso de la bombona; tatuarme cosas con letras antiguas; ir a todos los conciertos de alguien que tenga la voz de estar agarrada en una cornisa; descubrir que nunca quise enamorar al chico de esa portada porque, lo que en realidad quería era escribir como ese chico de esa portada. Que mi vampiro era vegetariano; que el frac me sienta muy mal y que los zapatos de claqué se parecen a los zapatos de cordones de la secretaria. Que el color de labios que más me gusta es el color rojo. Que el freno les molesta mucho a los caballos y que los bosques, para que sean mágicos, hay que protegerlos; que la noche entera es más corta en verano y que me encanta que sea verano. Que los libros tristes pueden ser escritos por una persona alegre, que el corte de Nana no me queda nada bien un lunes por la mañana y que los fantasmas no son nada divertidos.

Porque, en realidad, en el momento en que todas estas ficciones, todas estas narraciones, pasan al umbral de lo común, como si fuesen cenicienta a las doce de la noche, se vuelve anodinas y sólo nos queda el reflejo de un zapato que, en vez de ser de cristal, es de un maravilloso metacrilato.









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