lunes, 28 de abril de 2014

Diario de la pérdida y el deseo: 27 abril

Cuando vi por primera vez la hemorragia roja,
no podía creerlo.
Miré a los hombres andar a mi alrededor en la oficina .
Eran tan pasivos.
S.Plath


De mi  madre heredé muchas cosas, algunas confesables y otras no tanto. Su sangre, de una manera u otra, corre por mis venas. Odio el olor de la sangre y su sabor, su presencia me desestabiliza.
De mi madre heredé un mioma y dos ovarios polimicroquísticos, y heredé un montón de hemorragias que manchaban todas las sillas en las que me sentaba. Heredé una anemia y sus ojos negros.

Mi madre tuvo un aborto y un niño muerto. El nombre del niño sería Francisco Javier. Era tan grande como yo, pero nunca lo conocí.

Tengo un tatuaje en el culo que me hice después de leer a la Despentes y apropiarme de un montón de cosas. De apropiarme del deseo de los demás sobre mi cuerpo, pero eso no sé si tiene que ver con la sangre. Las mujeres de mi familia me educaron para ser atractiva para ellos, se tomaron mucho esmero. Me educaron para aprender a cruzar las piernas, para tener conversaciones suficientemente interesantes pero nunca inteligentes. Me educaron para parecer vulnerable.

Cuando era muy pequeña, yo abusaba de los niños de mi clase. Sobre todo de uno, de G. Lo ataba y le obligaba a que me besara. Un día, en la fila que hacían para comprobar si teníamos piojos, me besó sin tenerlo que atar. Me apunté secretamente un tanto y aprendí lo que era ruborizarse. Dos años más tarde un niño más mayor que yo me encerraba en el armario y no me abría hasta que le suplicaba. No volví a abusar de ninguno después de eso. Después de eso hubo muchos más que me encerraron a mí en otros armarios. El armario del que me perseguía cuando salía de clase y me decía lo buena que estaba; el armario del dentista amigo de mis padres que cuando íbamos de vacaciones -y con mi primer bikini blanco y de flores tropicales- me hacia ahogadillas agarrándome de la entrepierna y sonriendo a mi padre para decirle lo buena que iba acabar estando y el temperamento que me gastaba. El armario del que me besó cuando me desmayé a los quince en la puerta de una iglesia durante una borrachera; el armario del novio de una amiga, que me esperó en el portal y no me dejaba subir a casa porque estaba seguro de que a mí él me gustaba mucho. Nunca supe qué hacer con ello, con toda la vergüenza que tenía y la sensación de que esto siempre sería así.
  
Tengo un tatuaje en el culo que dice "Pasaporte: Fóllame" para apropiarme de todo lo que pensé que alguna vez fue culpa mía. Tengo un tatuaje en el culo porque con él me apropié del deseo de los demás, lo hice mío y manejable, sólo que no creo que lo quiera para nada.
Me desestabiliza la sangre y el deseo, me desestabiliza la necesidad de tener lo que deseo. Es violento. Es violento cómo articulo el deseo y la necesidad de estar con alguien.  

De mi madre heredé muchas cosas, pero no heredé ningún arma que me enseñara cómo dar la cara cuando está llena de rubor. Éso lo aprendí sola. Eso, lo aprendí gracias a otras mujeres que utilizaban el rubor para conquistar lo que querían, para conquistar lo rojo que hay en el carmín.






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